martes, 31 de mayo de 2011

Capítulo 1 - La despedida

Habían pasado 2 meses desde la muerte de mi abuelo, y mientras embalaba todas aquellas antigüedades aún podía percibir ligeramente el olor de su colonia. Esta caja era la última; sí, otra vez estábamos metidas en una interminable mudanza.
Mi nombre es Maya y si no recuerdo mal esta era la cuarta vez que empaquetaba todas mis pertenencias para poner rumbo hacia una nueva casa; mis veinte años metidos a presión en exactamente ochenta y tres cajas.
Hasta el momento todas las mudanzas anteriores habían sido dentro de la misma pequeña ciudad de Vega, pero esta vez me aguardaban casi cinco horas de viaje hasta mi nuevo hogar, Madrid.
Allí vivían mis dos hermanos Alec y Joan.
Joan era el mayor, exactamente tenía veinte años más que yo, llevaba viviendo en Madrid desde que yo tenía uso de razón y mi relación con él prácticamente se resumía en verle una vez al año en navidades o eventos especiales.
Alec, con quince años más que yo, era el mediano, con quien crecí y siempre había tenido más confianza, hasta que hace dos años dejó todo esto para irse a estudiar a Madrid por lo que entonces nuestra relación empezó a ser más parecida a la que tenía con Joan.

El motivo de esta nueva mudanza no era otro que estar cerca de ellos, ya que en Vega solo quedábamos nosotras tres, mi adorable madre Rose, mi abuela Nena – que era como mi segunda madre - y yo; y si no estábamos allí ya había sido porque mi abuelo no podía viajar.

─Bueno, creo que esa es la última ¿no?─
─Sí mamá, ya está todo lo del abuelo embalado ─cerré la caja─. Espero que esta sea la última, no sabes cómo odio las mudanzas.-
─No te preocupes cariño, te prometo que así será ─dijo─. Ya verás la casa ¡te va a encantar!

Yo fui la que encontró la nueva casa por Internet, pero ella ya la había visto cuando fue a firmar el contrato ¡vaya envidia me daba!
─Seguro que sí, por las fotos que he visto está genial. Tu habitación va a quedar increíble con los muebles que hemos comprado -dije─.
─No te imaginas las ganas que tenia de que mi habitación fuese completamente blanca, los muebles, las paredes...-
─Verás como queda preciosa... Sin embargo, la abuela creo que no está muy contenta con su habitación, no puso nada de interés mirando los muebles, con lo que es ella de perfeccionista...
─Maya cariño, la abuela no está especialmente centrada ahora mismo, hay que darla algo de tiempo, ya cambiaremos los muebles si ella quiere en un futuro─ dijo mientras se acercaba a mi─. Tú no te preocupes ─me besó el pelo y sonrió─, todo va a salir bien de ahora en adelante. Vamos, acaba de apilar estas cajas que tienes que cenar y acostarte, mañana sale muy pronto el autobús.
─Voy-.

Mi autobús salía a las 8 de la mañana, sería la primera en llegar a la nueva casa porque venían a traer los muebles. Mi abuela saldría dos días después, para que cuando llegase estuviese todo montado, y por último mi madre llegaría dos días más tard, ya que tenía que acabar el papeleo de la casa.
Cené y me di una última vuelta por la casa para despedirme haciendo especial hincapié en la habitación de mi abuelo, no sé por qué pero me parecía que si estaba en su habitación estaría más cerca de él...tonta de mí.
Di un beso de despedida a mi abuela y a mi madre, aun sabiendo que al día siguiente estarían despiertas esperando que me fuese para despedirse de mí, ya que de otro modo no se quedaban tranquilas, cosas de madres…
Metí las zapatillas a la maleta, abrí la cama, me acosté y apagué la luz...


Son las 6:30 am y como despertador suena Halo de Beyoncé, odio las alarmas estridentes así que siempre procuro tener una música suave para no despertarme de mal humor.

Mi madre llevaba media hora detrás de mí con la taza de cola cao por la casa mientras yo deambulaba de aquí para allí recogiendo las últimas cosas, pero estaba demasiado nerviosa como para desayunar ¿quién puede tener hambre a las 6:30 de la mañana?, sé que “es la comida más importante del día” pero ella sabe que no acostumbro a comer nada según me levanto, es algo que me cuesta horrores, soy más de comerme un tentempié a media mañana, y desde luego que hoy no sería el día en el que cambiase ese hábito ¿más cambios? NO GRACIAS.

Me lavé los dientes, me hice una coleta desaliñada y cogiendo la maleta salí por la puerta, no sin antes girarme a abrazar a mis dos madres que esperaban en el marco de la puerta con la lágrima en el rabillo del ojo.

─Os quiero. A las dos. Muchísimo… Lo sabéis ¿no?- las estreché a la vez entre mis brazos con una sonrisa por respuesta y me dirigí al ascensor, en el que mientras se cerraba la puerta escuché de lejos dos frases prácticamente a la vez…

─¡Llama cuando llegues!-
─¡Y cuando pare el autobús!


Prólogo

"Y diciendo adios, dio media vuelta y se fué alejando mientras se cerraba la puerta..."